jueves, 6 de septiembre de 2012
La primera vez que se vieron se sintieron impotentes ante la fuerza de sus pasiones, el instinto había dictado que tenían que odiarse, lo sabían y lo cumplían. La segunda vez sus corazones decidieron complicarlo y detrás de las frías miradas y los duros reproches gritaron muy bajito para el resto de los terrestres que jamás lograrían vivir el uno sin el otro.
Llegó cuando nadie lo esperaba,
por respuesta no recibió nada
y se fue.
Dejó escondido en un rincón
la huella dactilar de un corazón
y regresó.
Besó los labios de un cuerpo inerte,
arrodilló el orgullo y el ego prepotente
y partió.
Lo que él nunca supo fue
que
a pesar de todo y contra su voluntad,
se quedó.
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