
Un juego que se volvía peligroso al mismo tiempo que se hacía inocente, porque yo ya no jugaba, porque toda mi capacidad de manipular, ingeniar, o maniobrar había quedado reducida a ese extraño sentimiento, si, ese que hemos sentido todos alguna vez, ¿Vamos no me digas que no sabes de que hablo?, esas mariposas revoltosas que piensan que tu estómago es un jardín mediterráneo, y de repente sin motivo o explicación alguna hacen que las lágrimas corran desbocadas a tus ojos, pero no para expresar tristeza, pues en ese momento te olvidas de que eso existe ¡venga, recuerda! ese sentimiento que te hace tan débil y estúpido. Ahora ya no podía jugar más, me había vencido en mi propio juego,y me había empujado fuera del tablero, a rebasar el límite, a mi que tantas veces había jugado a saltar en sus orillas. Pero cuando juegas debes cumplir tu castigo por perder, y asumirlo sin miedo, sin vergüenza. Yo lo empezaba a aceptar, y ya sin temores, ni tabúes, podía declarar abiertamente que el juego me había llevado a enamorarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
I don't hate comments